lunes, 12 de julio de 2010

Freder Fredersen.




Cual es el verdadero refugio?.

La Urbe engulle el mundo, lo mantiene a merced del sustento que supone la monotonía, se estructura invisiblemente disfrazándose de naturalidad, nace el Sol intocable y puro e ilumina ampliamente la "caprichosa" arquitectura que se pasea y brota desde el suelo. Buenos días Dite. Recorre kilómetros y los llena de hormigón, cenizas de lo bucólico. Es la frontera con la que limita lo apacible, que se transforma en mito dejando migas de pan tras de si, senda de la salvación para aquellos que quieran salir de la caverna. Calles que se cruzan y se retuercen en infinitos giros, múltiples posibilidades de perder la noción del espacio, calles con celdas a derecha e izquierda, barrotes que guardan las vidas grises que los levantaron. Los edificios se alzan ante ti, sus sombras largas dominan el mundo y cubren tu cuerpo, dibujándolo a carboncillo. Se detiene mi organismo al contacto con las sombras, quedo paralizado en una captura física, (acelera mi mundo exterior con mi propia abstracción que hace insignificante lo que no recoge el objetivo, el punto de mira de lo inmediato), mi piel se cubre de grises y el vibrante discurrir de la vida se torna polvo que es como escamas, van posándose en espesas capas con el pasar de las milésimas de segundo que van cosiendo mi existencia, soy un superviviente de Pompeya. Es entonces cuando se materializan los recuerdos que hicieron el presente una realidad que pasea ante mis ojos, los recorro pues yo soy su dueño, los acaricio, los saboreo y los huelo, convencido de la experiencia que nutrió la espina dorsal de mis emociones, la primera piedra sobre la que se levanta un bosque de torres de Babel que hoy ensombrecen una demografía encadenada a mis deseos, sumidos en su ignorancia, esa ignorancia en forma de burbuja que hace al ser humano libre y a los hombres turba. Petra Prima Solida, indestructible, seguridad de la afirmación de mi propio Psico-Ser. Irrefutable realidad abstracta que compone un puzle de recuerdos azules. Oigo el sonido de las olas que se mezcla con el de tu risa. Salvavidas en Gomorra.

Un escudo contra el devenir de unos sentimientos escurridizos, que pululan sobre la maleza del tiempo. Ese que vi tendido a mis pies, suplicando la clemencia del Cesar mientras Roma aullaba y Septiembre esparcía sus semillas en la arena mojada de mis vivencias. Égida indestructible que resguardaba las palpitaciones que hacían vibrar las hojas de los arboles, desprendiendo las mas débiles que caen cubriendo el suelo de naturaleza muerta. Y sujetando ese estandarte de protección, corrí por la orilla con los ojos cerrados sin distancias ni metas, tan solo el estímulo de los sentidos que iban conquistando la geografía de mi nación. Se dividió mi alma y la llamé Berlín, levantaba amplia oscuridad mi muro allí donde chocaba la veracidad de lo sensitivo, mientras el Sol acariciaba el otro lado, cálida superficie gobernada por Morfeo que equilibraba mi conjunto existencial. Sombra y luz, realidad y recuerdos. Se relamía la felicidad sentada en su trono. Y relamiéndose, el giro de su lengua espiral narsicista fue poco a poco desaciendo el rostro de esa complacencia sin que yo notase que el deslizar de mi autosatisfacción gastaba mis mas aférrimos postulados, esos que defendían las murallas de Troya mientras Helena iba desapareciendo en un lento fundido con el presente, que iba haciéndose mas pesado a cada segundo sin que mis alas pudiesen remontar el vuelo, perdido entre turbulencias. Y se partió la Égida por una lanzada de la misma Atenea cuyo brazo dirigió una falsa Afrodita, cayeron al suelo los miles de trozos que se dispersaron por toda la habitación y al chocar levantaron un agudo eco que recorrió mis recuerdos para quebrarlos todos como finos espejos diseñados para romperse en ese preciso instante, juegos del destino que ríe en soledad. Se cayeron mis mitos y con ellos, se levantó el polvo que rodea mi espíritu y nubla mi vista, me impide ver los errores cometidos, las creencias olvidadas, no me di cuenta que corría con pies de barro. Cuantas veces estuve por ello a punto de caer, me sujetaba la venda de los ojos.

Credulidad. Atrapaste mis sentidos y sin querer me hiciste fuerte, que pena que tu ausencia destape el vacio que quedó tras las caricias, fuesen falsas o reales, mi piel hablará de ellas hasta que el destino dé su carcajada final.

Buenas noches Sevilla.

Rinhork.


Imagen: David Levenson, Abandoned City.

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