viernes, 15 de febrero de 2013

The Eyes of Uncertainty.



La incertidumbre del presente, es a veces una ola que no termina de romperse. Se arremolinan las dudas que antes carecían de alma, pero que juntas adquieren un sentido profundo mas allá de mi débil comprensión. Si no volví era porque se acabó la tinta del tintero, puede que la desperdiciase entre metáforas y hermetismo. Quizás en un arrebato de ira fustrada la arrojé sobre los versos inacabados que suministraban la vida a mis delgadas venas, que corra la tinta por ellas pues derramé mi sangre en los pozos de la juventud eterna buscando el eco de las gotas, pero nunca llegó, las respuestas me esquivan de nuevo. La seguridad de las emociones puede volverse monótona, el espíritu aventurero, ese que escucha la llamada de las promesas, prefiere embarcarse hacia lo desconocido, seguir el rastro efímero que pueda conducir hasta las puertas de un paraiso prohibido, donde hallar, reto tras reto, la posibilidad de una sonrisa que se hace esperar milenios.

Salí de playas blancas que nunca olvidarán mis huellas y arrastraré para siempre el olor de la sal que se posaba en sus orillas apacibles. Viví en desiertos de asfalto resguardándome del Sol en las habitaciones de múltiples sirenas, nunca olvidaré el color de sus cabellos, retales de mi vida. Me sumergí entre las sábanas de las musas, escuché las historias que me susurraban y las capturé, fui Tusitala y fui Bécquer, fui pasajero del tiempo mas combulso. Y cuando hube degustado los frutos del cuerno de la abundancia, dije basta. Me llené la maleta de viandas para el camino y partí a prisa hacia ninguna parte. Descansé mi alma en un retiro emocional escuchando tan solo el silbido del viento, nunca me abandonó, permaneció conmigo hasta el último instante, respiré con él y volé con él. La seguridad de las emociones se vuelve monótona. Descubrí entonces donde estabas. Perdona por no haberte visto antes, pero tenía prisa por llegar a ninguna parte. Y al rememorar como se eriza el pelo, como el pecho se encoje, como se encabrita el espíritu y se dilatan las pupilas, recogí la tinta en el tintero y aqui me tienes. Hoy quiero volver a pisar la arena de la playa. Sin recordar ni mirar atrás, que sea nueva arena la que pisen mis pies. Otras playas, alejadas del recuerdo. Esas en las que al Sol le encanta irse a dormir tiñendo el mundo de rojos reflejados.

Es cierto, abandoné las palabras por el miedo, un miedo que se nutre de vivencias para dominar el discurrir de mis pasos. Caminar despacio es describir el buen camino con los pies en la tierra y así no construir castillos en el aire. Escribir ha sido la meta desde un principio, tomar las riendas de la fantasía y conducirla a través de mi mente desordenada para intentar solucionar el puzzle de las ideas. Pero a ti me apetece leerte, cuéntame de tus experiencias, de como vives el día a día, dime que has hecho hoy y que harás mañana, que piensas y como. Ciertamente me conformo con poco. Tal vez retomé la pluma para preguntarte tan solo como estás.  No se percibe ese entusiasmo primigenio que acompañó siempre a mi arrojo, pero quizás precisamente por eso es confortable descubrir que no importa cuando me reconozca a mi mismo en el espejo, pues prefiero reflejarme en espejos que miren y vean quien quiero ser, no solo lo que parezco, no me preocupa que encontraré en ellos, el único impulso que necesito es la incertidumbre. La Incertidumbre es la chispa que enciende la hoguera de mi curiosidad, esa incertidumbre que experimento cuando quiero conocer, descubrir y explorar el universo que me presentas gota a gota. Si me caigo, ya encontraré el apoyo donde lo dejé. No me preocupa el destino pues lo expulsé de mis convicciones hace ya mucho tiempo, déjalo estar, que crea que lo sigo. Hoy me conformo con poco. Me conformo con verte reír.


Rinhork.

Imagen: The Man in the Mirror, Jack Vettriano.




 

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