viernes, 26 de noviembre de 2010

Retornos Fugaces (O la permanencía de las emociones).






Un acercamiento personal a lo que realmente es ese simple discurrir de la continuidad, apartarse uno mismo del plano de la crítica para situarse en una posición despreocupada, mirar a los problemas tras unos traviesos arbustos. Una fina hierba que se aplasta bajo la piel humedece las estructuras que conforman mi bienestar, dejo a la ingravidez esparcirse con fines reproductivos en las dimensiones que ocupan mi reducida paz atemporal. La personificación de la placidez es una melodía en mis oídos, la imaginación hará el resto, pues mi libertad depende de ella misma, y ella depende de mi libertad, cual seria su definición si es que nos atrevemos al desciframiento de una naturaleza que no se presta a análisis pues estos esclavizarían lo inabarcable, lo que suspende al hombre en la eterna pugna entre razón y emoción, que es de una sin la otra y cuales son los puntos confluyentes que hacen de su equilibrio al ser humano. No es verdad que ambas deidades van turnando su manifestación en la vida para hacerla, si es posible, llevadera en mis brazos. Brazos marcados con las pasiones, los deseos de alcanzar la hierba de la placidez húmeda, los recuerdos enmarcados en armonías latentes. Los que hacen merecedora a la vida de ser considerada vivida.



Cuantas sensaciones ausentes, cuanta emoción descarnada y desterrada por la razón que oprime almas en aquellos lugares del puño de hierro, tantos Winstons Smiths. Cuanta razón exiliada y suprimida se respira en rincones del mundo donde las emociones dejan volar el odio y la muerte hasta los actos repudia y la deshumanización, tantos Pauls Rusesabaginas.




Y la contemplación de estas mareas que se aproximan desde lejos a mi percepción caen en un egoísmo humano al apartarlas por unos segundos para dedicarme exclusivamente a la nada. Al descanso de esa Mayeutica persistente que me acompaña, pido disculpas y me aparto silenciosamente. Y mientras Debussy acuna mis oídos, siseo hacia remansos melodiosos y paisajes de Poussin, hacia la reflexión anticipada.......... Cuando acaban los periodos para dejar paso a otros? y si es que terminan, donde quedan los restos de su recuerdo?, se rompen como el frágil cristal?, seria entonces legítima su reconstrucción o transformación en nuevas vivencias mediante ese Demiurgo que juega distraido con las ilusiones que señalan implacables a la rutina profiriendo insultos a carcajada limpia. Se fue hace mucho tiempo el cuervo que hizo de mi ventana su refugio, aun resuena en las esquinas el sonido de su constante picoteo que llamaba a una invisible presencia ausente que acariciase su húmedo plumaje cubierto de intemperie. Nadie nunca abrió la ventana para dejarlo entrar pues sus graznidos quebrantaban el sosiego que flotaba tímidamente en el aire del ambiente, hasta que una mañana no se volvieron a escuchar, y quedó en silencio el alféizar moribundo. Fue entonces cuando con el paso de los días, aquel que siempre se sentaba en el monótono sofá bajo la ventana, echo de menos la ruptura de su paz, el caos que gobierna los estados difusos que conciben el interés por el antagonismo de lo "correcto" fue entonces cuando los recuerdos amenizaron la tarde y volaron libres entre sonrisas melancólicas y el sonido de las olas. Y al asomarse a la ventana pudo ver como el cuervo volaba libre a lo lejos, como batía sus alas desafiando a los vientos, conociéndose a si mismo y encontrando en su vida destinos diversos que descubrir. Sintió orgullo aquella figura solitaria que veía lo que al principio fue ínfimo adquirir la majestuosidad de un halcón, asomó la madurez sus orejas para escuchar el graznido desesperado de aquella criatura que sola esquivo los obstáculos del tiempo. Y las manos del hombre se colocaron guantes de añoranza para abrir el pestillo de aquella perdida ventana. Se sentó bañando su alma de Sol y quedo esperando sin impaciencia. Se cubrió el marco de maleza, se volvió la pared gris y el interior oscuro, pero aquella figura se mostraba impasible aunque olvidada, no hubo revoloteos a su alrededor ni estridentes cantos de ave. Aun así, el orgullo aun quemaba sus ojos, sin duda comprobó que lo frágil se hace fuerte y se conformó con estar ahí para verlo, aunque fuese desde lejos, tras los cristales turbios que se llenaban de letras formando palabras de esperanzas pasadas y futuros improbables.



Echado entre la hierba, tomando una actitud contemplativa de lo que fui y lo que soy, quizás lo que quiero ser combine ambas cosas. Que puedes hoy ofrecer a quien ayer te dio todo?, que diferencias podrías encontrar en este acertijo de pasiones e intrigas?, donde reside el propio olvido. Tu alma intenta engañarte porque sabe perféctamente de los vaivenes de tus emociones, de la inseguridad que rodea tu existencia cuando tu atención se centra en desentrañar tus deseos. Y porque cuando tiene frió correrías kilómetros para abrazarla?, si no existe camino que seguir ni rutas por las que atajar, si no lees las señales que guiarían tu viaje. Te sometes a la futilidad del momento, a la afirmación de la fugacidad, al convencimiento del carácter puntual de un pensamiento, pero luego al examinar su contenido caes en la cuenta de que la monotonía se hace intrínseca al cavilar. Caravaggio se sentiría como en casa en tu interior. Que la hierba crezca hasta ocultar mi presencia y pueda construir mediante esa reflexión muros que protejan al debilitado Orfeo que siempre mirará hacia atrás. La comprensión me hace sentir que solo soy una mitad perdida entre la multitud buscando mi complemento, y si lo encuentras y lo dejas marchar?, (cerró la función un telón bordado de impotencias y lastimosa autoculpabilidad) y si lo vuelves a encontrar y Fobo te aleja de él alegando tu pasado? (las dudas retuercen la incertidumbre que me empuja a soñar) seguirás mirando a las pompas de jabón desaparecer? o forjarás la alianza que haga que lo pasado de frutos en tu presente?.




Rinhork.




Imagen: Bubbles, John Everett Millais (1886).



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